Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
La
vida es como el tiro con arco.
Vivir
la vida, centrados en lo que toca en cada instante,
y "sentir" el
momento presente como la única cosa.
Autor:
P. Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net
El blanco era difícil.
Un
águila oscura con solo una pluma blanca en la punta del ala volaba alto, muy
alto en curvas caprichosas, y desde el suelo con una sola flecha había que
arrancarle la plumita blanca sin herir al ave.
Llegó
el primer arquero al centro reglamentario, y el Maestro le preguntó:
"-¿qué ves?" Contestó: "-Veo el público, y mi familia y
amigos...; veo el prado y las plantas y los árboles que me rodean; veo las
nubes en el cielo, y el águila que entre ellas vuela". "-Ves
demasiado", dijo el Maestro, y lo despidió.
Llegó
el segundo. "-¿Qué ves?" "-Veo sólo el punto blanco de la pluma
que he de alcanzar con mi flecha". "-Ves demasiado poco", dijo
el Maestro, y lo despidió.
Llegó
el tercero. "-¿Qué ves?" "-Más que ver, siento. Siento a mi
alrededor el público que con sus voces y sus gestos señalan el vuelo del
águila; siento en mi piel la fuerza y la dirección del viento que me indica sin
yo distraerme, hacia dónde va a empujar mi flecha; siento el arco y la flecha
como prolongación de mi brazo y mano, y la pluma blanca en el cielo que se deja
acariciar desde aquí por mi mirada". "-Tú estás preparado", dijo
el Maestro, "puedes tirar".
Hubo
un momento de susurros y miradas, de brisas y caricias, del sonido vibrante del
arco seguro y la trayectoria certera de la flecha veloz. Un momento en que el
todo se unió con el todo, y árboles y nubes y rostros y miradas se unieron en
la punta de la flecha
y en el copo blanco de la pluma que descendió satisfecha
de satisfacer a todos. Cuando todo es uno, todo vive.
Me
gustó la historia, firmada por la
hermana Teresita Santamaría, pues pensé
que más que hacer cosas hay que vivirlas, sentir ese momento mágico que está
escondido en cada cosa.
A veces estamos
replegados sobre nosotros mismos, no somos capaces de ese sentir la vida. El egoísmo
nos impide darnos cuenta de lo que hay a nuestro alrededor, nos anula, priva de
ser uno mismo quien actúa. Tendemos a dejarnos llevar por la rutina, el
aburrimiento, y en esta situación caben las dos posibilidades: caer en la
rutina que esclaviza -ver poco- o como el primer arquero ver demasiado,
divagar, es fácil que la imaginación se desate y busque un refugio en la
fantasía que, alejando de la realidad, acaba adormeciendo la voluntad.
Es la
-mística ojalatera-, hecha de ensueños vanos y de falsos idealismos: ¡ojalá no
me hubiera casado, ojalá no tuviera esa profesión, ojalá tuviera más salud, o
menos años, o más tiempo! En esos casos, uno tiende a escapar de aquella
situación a la que no quiere enfrentarse. Como la protagonista de la novela "Donde
el corazón te lleve" de S. Tamaro, que dice a la abuela que se va a
América, pues "así al menos no pierdo el tiempo y aprendo idiomas".
Pero le contesta la abuela que la vida no es una carrera sino un tiro con arco,
lo importante en la vida no es hacer muchas cosas y no perder nunca el tiempo
sino estar centrado, y el que no está centrado está descentrado, inquieto hasta
que encuentra su centro.
Hay
que evitar esos dos peligros: ver tan poco que uno acaba esclavo del deber,
trabajo, afán de dinero... y está aburrido; y como consecuencia la cabeza va
hacia otra parte, escapa entre ensueños que alejan de la realidad.
Hemos de
vivir la vida, estar centrados en lo que toca en cada instante, y
"sentir" el momento presente como la única cosa existente, sin pensar
en lo que pasó ni en lo que vendrá. Dios está como escondido en cada quehacer,
y ese "algo divino" que está en todas las cosas está siempre ahí,
esperando que sepamos encontrarlo, vivir cada instante con "vibración de
eternidad", como recordaba estos días Mons. Javier Echevarría con unos
versos del poeta Joan Maragall, que comprendía muy bien ese "algo
divino" encerrado en cada instante:
Esfuérzate
en tu quehacer
como si de cada detalle que pienses,
de cada palabra que
digas,
de cada pieza que pongas,
de cada golpe de martillo que des,
dependiese la salvación de la humanidad
porque en efecto depende, créelo.
Y que no te pase como en la viñeta,
porque de todo hay en la viña del Señor
Y como dice D. Ignacio Domínguez, autor de muchos libros,
porque aprovecha bien el tiempo...
“Hay que hacer el
bien de prisa, ya que el mal no pierde momento”.
Confeccionó Franja.
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