Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Una Fábula
Muchos pensarán ante la muerte, aunque tengan cien años que es demasiado pronto
La Fontaine
La muerte y el moribundo
De
Gustavo Doré
Fábiula
de La Fontaine
La muerte no sorprende al verdadero sabio: éste siempre se halla
dispuesto a parir, porque se previene a tiempo para el transito fatal. Este
tiempo abarca todos los tiempos: no hay día, ni hora ni minuto, que no esté
comprendido en el tributo que rendimos a las Parcas. El mismo instante en que
abren los ojos a la luz los hijos de los reyes, suele ser el que cierra sus
parpados para siempre. Ni la grandeza, ni la hermosura, ni la juventud, ni las
virtudes os defenderán: la muerte atropella por todo; de todo se apodera: algún
día será suyo todo el mundo entero. Nada hay tan sabido como que hemos de
morir, y sin embargo, para nada estamos menos preparados.
Un moribundo, que contaba más de cien años de vida, quejábase a la
muerte que le obligase a partir tan de improviso, sin dejarle hacer testamento,
sin avisarle de antemano. “¿Es justo hacernos morir aprisa y corriendo?”
exclamaba.
-Aguardad un poco: mi mujer no quiere que me vaya sin ella; le falta
colocar a un nieto; tengo que añadir un ala a mi casa. ¡Cuan apremiante sois,
diosa cruel!
-Anciano, dijo la muerte; no te he sorprendido: sin razón te quejas
de mi impaciencia. ¿No has cumplido ya cien años? ¿A que no encuentras en todo
París dos más viejos que tú? ¿A que no encuentras diez en toda Francia? Dices
que debía darte algún aviso para prepararte a este trence: para que tuviese el
testamento hecho, el nieto colocado y la casa concluida. ¿No te debiste dar por
avisado al ver que ibas perdiendo fuerzas y sentidos? Faltó el paladar, faltó
el oído; para ti todo parece que se haya apagado; hasta te son inútiles los
beneficios que derrama el astro del día. Te duele dejar bienes que ya no
disfrutas. Muertos están, moribundos o enfermos todos tus camaradas: ¿No son
avisos éstos? Vamos, pues, buen viejo: no te hagas el remolón. No importa al
procomún que dejes o no dejes hecho testamento-
Tenía razón la muerte: a esa edad debiéramos salir del mundo como
de un banquete, dando gracias al anfitrión, y haciendo de buena gana la maleta.
Después de todo, ¿ que puede tardar ya ese viaje?
Refunfuñas, lector viejo: mira, pues, morir a esos jóvenes; míralos
correr a una muerte noble y gloriosa, sí, pero segura, y muchas veces cruel.
Pero, en vano, me esfuerzo:
Sermón perdido será cuanto diga:
los que ya están casi muertos,
son los que más temen a la muerte.
No así D. Quijote, no así.
Entregó su alma al Creador como un caballero cristiano.
La muerte de D. Quijote. Ilustración de Gustavo Doré
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