Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Autor: n/a | Fuente: corazones.org
San Tarsicio, Patrono de los monaguillos
Según la tradición al joven Tarsicio se le confió llevar la
comunión a algunos cristianos que estaban prisioneros
San Tarsicio, Patrono de los monaguillos
Mártir de la Eucaristía, siglo III
Patrón de quienes hacen primera comunión y monaguillos
"En Roma, en la Vía Apia, el martirio de San Tarsicio,
acólito. Los paganos le encontraron cuando transportaba el sacramento del
Cuerpo y Sangre de Cristo y le preguntaron que llevaba. Tarsicio, no quería
arrojar las perlas a los puercos y se negó a responder; los paganos le
apedrearon y apalearon hasta que exhaló el último suspiro, pero no pudieron
encontrar el sacramento de Cristo ni en sus manos, ni en sus vestidos. Los
cristianos recogieron el cuerpo del mártir y le dieron honrosa sepultura en el
cementerio de Calixto". -Martirologio Romano.
En un poema, el Papa San Dámaso (siglo IV) cuenta que Tarsicio
prefirió una muerte violenta en manos de una turba, antes que "entregar el
Cuerpo del Señor". Lo compara con San Esteban, que murió apedreado por su
testimonio de Cristo.
El hecho del martirio de San Tarsicio es histórico, pero no
consta que fuese niño acólito como dicen algunos. Normalmente son los
sacerdotes o diáconos los que llevan la Eucaristía a los que no pueden ir a la
Santa Misa y la referencia a San Esteban hace pensar que Tarsicio fuese
diácono. Pero la Iglesia puede confiar la Eucaristía a un laico en caso de
verdadera necesidad.
Según la tradición al joven Tarsicio se le confió llevar la
comunión a algunos cristianos que estaban prisioneros, durante la persecución
de Valeriano.
El santo fue sepultado en el cementerio de San Calixto. No se ha
identificado su sepultura. La iglesia de San Silvestre in Capite dice tener su
reliquia.
Su fiesta se celebra el 15 de Agosto.
Relato del martirio de San Tarsicio (Servicio Católico.com)
Valeriano era un emperador duro y sanguinario. Se había
convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio y había que
acabar con ellos.
Los cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados
a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente la trágica
escena de que mientras estaban celebrando los cultos llegaban los soldados, los
cogían de improviso, y, allí mismo, sin más juicios, los decapitaban o les
infligían otros martirios. Todos confesaban la fe en nuestro Señor Jesucristo.
El pequeño Tarsicio había presenciado la ejecución del mismo Papa mientras
celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedo
grabada fuertemente en su alma de niño y se decidió a seguir la suerte de los
mayores cuando le tocase la hora, que "ojala"—decía el—fuera ahora
mismo".
Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San
Calixto. El Papa Sixto recuerda a los otros encarcelados que no tienen
sacerdote y que por lo mismo no pueden fortalecer su espíritu para la lucha que
se avecina, si no reciben el Cuerpo del Señor. Pero ¿quién será esa alma
generosa que se ofrezca para llevarles el Cuerpo del Señor? Son montones las
manos que se alargan de ancianos venerables, jóvenes fornidos y también
manecitas de niños angelicales. Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y
por sus hermanos.
Uno de estos tiernos niños es Tarsicio. Ante tanta inocencia y
ternura exclama, lleno de emoción, el anciano Sixto: "¿Tú también, hijo
mío?" —"¿Y por qué no, Padre? Nadie sospechará de mis pocos
años".
Ante tan intrépida fe el anciano no duda. Toma con mano
temblorosa las Sagradas Formas y en un relicario las coloca con gran devoción a
la vez que las entrega al pequeño Tarsicio, de apenas once años, con esta
recomendación: "Cuídalas bien, hijo mío". —"Descuide, Padre, que
antes pasaran por mi cadáver que nadie ose tocarlas".
Sale fervoroso y presto de las Catacumbas y poco después se
encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando. —"Hola, Tarsicio,
juega con nosotros: Necesitamos un compañero". —"No, no puedo. Otra
vez será", mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho. Y uno de
aquellos mozalbetes exclama: — "A ver, a ver que llevas ahí
escondido". Y otro: - "Debe ser eso que los cristianos llaman
<>", e intentan verlo. Lo derriban a tierra, le dan golpes, derrama
sangre. Todo inútil. Ellos no se salen con la suya. Tarsicio por nada del mundo
permite que le roben aquellos Misterios a los que el ama más que a si mismo...
Al momento pasa por allí Cuadrado, un fornido soldado que está
en el periodo de catecumenado y conoce a Tarsicio. Huyen corriendo los niños
mientras Tarsicio, llevado a hombros por Cuadrado, llega hasta las Catacumbas
de San Calixto, en la Via Appia. Al llegar, ya era cadaver. Desde entonces el
frío marmol guarda aquellas sagradas reliquias, sobre las que escribio San
Dámaso:
"Queriendo a
San Tarsicio almas brutales,
de Cristo el
Sacramento arrebatar,
su tierna
vida prefirió entregar,
antes que los
misterios celestiales".
San Dámaso
Un gran ejemplo para nuestros jovencitos. Si lo leyesen les admiraría la fortaleza de un mártir de su edad. Franja
No hay comentarios:
Publicar un comentario