Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar
el Evangelio de hoy
Evangelio
de hoy
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Día
litúrgico: Viernes XXVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc
12,1-7): En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta
pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos:
«Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto
que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto
dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en
las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a
vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto
no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que,
después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a
ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos
está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos
contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos».
P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP
(San
Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)
«Guardaos
de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía»
Hoy, el Señor nos
invita a reflexionar sobre un tipo de mala levadura que no fermenta el pan,
sino solamente lo engrandece en apariencia, dejándolo crudo e incapaz de
nutrir: «Guardaos de la levadura de los fariseos» (Lc 12,1). Se llama
hipocresía y es solamente apariencia de bien, máscara hecha con trapos
multicolores y llamativos, pero que esconden vicios y deformidades morales,
infecciones del espíritu y microbios que ensucian el pensamiento y, en consecuencia,
la propia existencia.
Por eso, Jesús advierte
de tener cuidado con esos usurpadores que, al predicar con los malos ejemplos y
con el brillo de palabras mentirosas, intentan sembrar alrededor la infección.
Recuerdo que un periodista —brillante por su estilo y profesor de filosofía—
quiso afrontar el tema de la postura de la Iglesia católica frente a la
cuestión del pretendido “matrimonio” entre homosexuales. Y con paso alegre y
una sarta de sofismas grandes como elefantes, intentó contradecir las sanas
razones que el Magisterio expuso en uno de sus recientes documentos. He aquí un
fariseo de nuestros días que, después de haberse declarado bautizado y
creyente, se aleja con desenvoltura del pensamiento de la Iglesia y del
espíritu del Cristo, pretendiendo pasar por maestro, acompañante y guía de los
fieles.
Pasando a otro tema, el
Maestro recomienda distinguir entre temor y temor: «No temáis a los que matan
el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más» (Lc 12,4), que serían los
perseguidores de la idea cristiana, que matan a decenas a los fieles en tiempo
de “caza al hombre” o de vez en cuando a testigos singulares de Jesucristo.
Miedo absolutamente
diverso y motivado es el de poder perder el cuerpo y el alma, y esto está en
las manos del Juez divino; no que el alma muera (sería una suerte para el
pecador), sino que guste una amargura que se la puede llamar “mortal” en el
sentido de absoluta e interminable. «Si eliges vivir bien aquí, no serás
enviado a las penas eternas. Dado que aquí no puedes elegir el no morir,
mientras vives elige el no morir eternamente» (San Agustín).
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