Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Jesús cura al ciego Bartimeo
- SI NO CREEMOS… ¿YA VEMOS?
Por Javier Leoz
1. “¨Tú ves lo que quieres”. Así de
claro y conciso se dirigía un profesor a un alumno incapaz de asimilar algunas
cuestiones de astronomía. Y es que, para ver algunas estrellas, primero es
preciso y esencial creer en que, más allá de nosotros mismos, existen todas
ellas.
Es importante para ver, creer. O por lo
menos, para ver en cristiano, es necesario ante todo pensar y creer en
cristiano. El ciego que nos trae el Evangelio de este domingo fue a por todas,
creía sin ver y viendo en su interior creyó: ¡QUE PUEDA VER! Podría haber
pedido algo tangencial pero sin luz. Bienestar pero sin vista. Placer pero sin
mirada. Sueños pero sin amaneceres. El ciego, ante Jesús, tuvo clara una cosa:
quería ver por fuera al que, de antemano, ya veía por dentro, a Jesús.
2. Estamos a punto de culminar el
Sínodo de la Familia en Roma. Y, en algunas de las conclusiones de los tres
apartados del instrumento de trabajo, se venía a decir algo que es verdad: “La
familia ha dejado de ser transmisora de la fe”. Es verdad. Hoy la familia
cristiana no ve ni siente, en sus entrañas, lo que luego quiere o pretende que
sus hijos crean y vivan el día de mañana. ¿Ya quieren ver con los ojos de
Cristo? ¿Ya quieren sentir, nuestras familias que se dicen cristianas, con el corazón
de Jesús? ¿Ya se rigen, nuestras familias, con los parámetros del Evangelio o
–tal vez- piensan que ya están salvadas con el chapuzón bautismal?
Reto y grande: que las familias
descubran por dentro la belleza de la fe. Sólo entonces, como el ciego del
domingo que nos ocupa, podrá decir con toda su verdad y fuerza: ¡SEÑOR QUE
PUEDA VER! Mientras tanto, sino, la familia verá lo que quiera ver y,
especialmente, lo que el mundo le presente en el inmenso escaparate
relativista.
3. Bartimeo no se anduvo por las ramas
(como a veces acostumbramos nosotros desde el árbol de la fe) y tiró de frente
a la diana que, aún sin verla, sabía que estaba en frente: Cristo. Quiso ver y,
con eso, se conformaba. Para él, el ver, era lo que le preocupaba y lo que le
limitaba muchas de sus funciones y lo que le impedía ser considerado (pues la
enfermedad era considerada como castigo divino) o incluso saborear el contraste
de mil colores del mundo.
4.- Hoy nos encontramos en un escenario
un tanto contradictorio en la vida de muchos cristianos: vemos pero no vemos.
Decimos tener a Cristo pero nos cuesta manifestarlo públicamente. Afirmamos
sentirlo pero, a la hora de la verdad, lo silenciamos en los ambientes en que
nos encontramos. Entre otras cosas por una razón fundamental: NO LO ACABAMOS DE
VER CLARO. Y cuando las cosas no se ven con claridad hay miedo a confiar en
ellas o, por lo menos, a dar la cara por lo que es turbio o aparece nublado en
el horizonte de nuestro vivir.
Que el Señor, en este domingo, nos
envíe al Espíritu Santo e intervenga en las cataratas espirituales que afecta a
nuestro viejo Occidente. Que el Señor, que nos observa por dentro y por fuera,
haga que nuestra mirada cristiana sea nítida y con ganas de saber y comprender
que Él es que nos da la salud psíquica, física y espiritual.
Muchos de nuestros problemas internos y
externos se deben precisamente a eso: a una debilidad espiritual. Y, esa
debilidad espiritual, viene marcada porque nos empeñamos en andar como ciegos
cuando con, el Evangelio en la mano, podríamos avanzar con la luz de la fe.
¡SEÑOR…QUE PUEDA VER!
Que
sea consciente de las cegueras que salen
a mi encuentro
Que
esté dispuesto, siempre que haga falta,
a
reconocer que el mejor oftalmólogo para
mis ojos eres Tú;
que
la escucha del Evangelio es la mejor
receta,
la
eucaristía el colirium más saludable y
certero;
la
oración la mejor intervención quirúrgica
para saber
hacia
dónde y cómo mirar;
una
iglesia la mejor consulta para la miopía.
¡SEÑOR…QUE PUEDA VER!
Es
el mundo quien al borde del camino
necesita
una palabra de aliento
Es
la humanidad arrogante y hedonista pero
vacía
Es
el ser humano que quiere
y
no puede dirigirse en la dirección
adecuada
Es
la tierra que en un afán de verlo
y
entenderlo todo se niega a la visión de
Dios
Es
el grito de aquellos que queremos
estrenar
“gafas
nuevas” para andar por caminos nuevos
sin miedo a caernos.
PEDIR LO IMPOSIBLE
Que
no seamos como aquel hermano nuestro que, no reconociendo la disminución en su
vista, al pasar por delante de una consulta médica y confundiendo un árbol con
un peatón le dijo: “yo no necesito ningún oftalmólogo…gracias a Dios veo muy
bien”.
La
FE, entre otras cosas, son los OJOS
para
situarse ante las personas,
ante
los acontecimientos de la vida,
ante
nosotros mismos, ante las dificultades
o
los éxitos con una dimensión más
profunda y verdadera:
JESUS.
Que,
como Bartimeo, pidamos a Dios incluso lo
imposible:
la
vista en medio de tanta oscuridad.
Pero,
sobre todo, y que al igual que Bartimeo,
cuando
abramos los ojos,
lo
primero que veamos sea el rostro de
Jesús.
¡Feliz Día del Señor! ¡Que veamos!
Javier Leoz
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