Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar
el Evangelio de hoy
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Evangelio
de hoy
Día
litúrgico: Jueves XXIX del tiempo ordinario
Santoral
22 de Octubre: San Juan Pablo II, papa
Texto del Evangelio (Lc
12,49-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a prender
fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un
bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer
al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará
dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra
el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».
Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach
(Vilamarí,
Girona, España)
«He venido a prender
fuego en el mundo»
Hoy, el Evangelio nos presenta a
Jesús como una persona de grandes deseos: «He venido a prender fuego en el
mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!» (Lc 12,49). Jesús ya querría ver el
mundo arder en caridad y virtud. ¡Ahí es nada! Tiene que pasar por la prueba de
un bautismo, es decir, de la cruz, y ya querría haberla pasado. ¡Naturalmente!
Jesús tiene planes, y tiene prisa por verlos realizados. Podríamos decir que es
presa de una santa impaciencia. Nosotros también tenemos ideas y proyectos, y
los querríamos ver realizados enseguida. El tiempo nos estorba. «¡Qué angustia
hasta que se cumpla!» (Lc 12,50), dijo Jesús.
Es la tensión de la vida, la
inquietud experimentada por las personas que tienen grandes proyectos. Por otra
parte, quien no tenga deseos es un apocado, un muerto, un freno. Y, además, es
un triste, un amargado que acostumbra a desahogarse criticando a los que
trabajan. Son las personas con deseos las que se mueven y originan movimiento a
su alrededor, las que avanzan y hacen avanzar.
¡Ten grandes deseos! ¡Apunta bien
alto! Busca la perfección personal, la de tu familia, la de tu trabajo, la de
tus obras, la de los encargos que te confíen. Los santos han aspirado a lo
máximo. No se asustaron ante el esfuerzo y la tensión. Se movieron. ¡Muévete tú
también! Recuerda las palabras de san Agustín: «Si dices basta, estás perdido.
Añade siempre, camina siempre, avanza siempre; no te pares en el camino, no
retrocedas, no te desvíes. Se para el que no avanza; retrocede el que vuelve a
pensar en el punto de salida, se desvía el que apostata. Es mejor el cojo que
anda por el camino que el que corre fuera del camino». Y añade: «Examínate y no
te contentes con lo que eres si quieres llegar a lo que no eres. Porque en el
instante que te complazcas contigo mismo, te habrás parado». ¿Te mueves o estás
parado? Pide ayuda a la Santísima Virgen, Madre de Esperanza.
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