Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar
el Evangelio de hoy
Evangelio
de hoy
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Día
litúrgico: Domingo XXIX (B) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 10,35-45): En aquel tiempo, Santiago y
Juan, los hijos de Zebedeo, se acercan a Jesús y le dijeron: «Maestro,
queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: «¿Qué queréis que os
conceda?». Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria,
uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús les dijo: «No sabéis lo que
pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo
con que yo voy a ser bautizado?». Ellos le dijeron: «Sí, podemos». Jesús les
dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados
con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a
mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está
preparado».
Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago
y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como
jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las
oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que
quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que
quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el
Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como
rescate por muchos».
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro
servidor»
Hoy,
nuevamente, Jesús trastoca nuestros esquemas. Provocadas por Santiago y Juan,
han llegado hasta nosotros estas palabras llenas de autenticidad: «Tampoco el
Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida» (Mc
10,45).
¡Cómo
nos gusta estar bien servidos! Pensemos, por ejemplo, en lo agradable que nos
resulta la eficacia, puntualidad y pulcritud de los servicios públicos; o
nuestras quejas cuando, después de haber pagado un servicio, no recibimos lo
que esperábamos. Jesucristo nos enseña con su ejemplo. Él no sólo es servidor
de la voluntad del Padre, que incluye nuestra redención, ¡sino que además paga!
Y el precio de nuestro rescate es su Sangre, en la que hemos recibido la
salvación de nuestros pecados. ¡Gran paradoja ésta, que nunca llegaremos a
entender! Él, el gran rey, el Hijo de David, el que había de venir en nombre
del Señor, «se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo
semejante a los hombres (…) haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte
de cruz» (Fl 2,7-8). ¡Qué expresivas son las representaciones de Cristo vestido
como un Rey clavado en cruz! En Cataluña tenemos muchas y reciben el nombre de
“Santa Majestad”. A modo de catequesis, contemplamos cómo servir es reinar, y
cómo el ejercicio de cualquier autoridad ha de ser siempre un servicio.
Jesús
trastoca de tal manera las categorías de este mundo que también resitúa el
sentido de la actividad humana. No es mejor el encargo que más brilla, sino el
que realizamos más identificados con Jesucristo-siervo, con mayor Amor a Dios y
a los hermanos. Si de veras creemos que «nadie tiene amor más grande que quien
da la vida por sus amigos» (Jn 15,13), entonces también nos esforzaremos en
ofrecer un servicio de calidad humana y de competencia profesional con nuestro
trabajo, lleno de un profundo sentido cristiano de servicio. Como decía la
Madre Teresa de Calcuta: «El fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el
servicio, el fruto del servicio es la paz
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