Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Muy interesante para clarificar ideas.
Franja
Las
reformas del Papa Francisco:
el aborto
Guillermo
Juan Morado,
el 21.10.15 a las 11:08 PM
Esta
tarde he participado en una mesa redonda, organizada por el Club Faro de Vigo,
sobre las reformas del Papa Francisco. Me han pedido que hablase sobre la
extensión a todos los sacerdotes de la facultad de absolver del pecado de
aborto. Este es el texto de mi intervención:
¿Qué
dice sobre el aborto el Papa Francisco?
La
Iglesia Católica se remite a Jesucristo, que es su origen, su fundador y su
fundamento permanente. Él es el Logos encarnado. El Logos es la Razón y la
Palabra. Y esa razón divina, que sostiene y potencia la razón humana, no nos
exige nada que sea absurdo o irracional.
Jesucristo
pide el cumplimiento de los mandamientos. A un hombre que le pregunta: “Maestro
bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna”, Él le responde. “Ya sabes
los mandamientos” (Lc 18,18-20). El no que está al comienzo de alguno de los
mandamientos – como el “no matarás” – equivale, en el fondo, a un gran sí; un
sí a la vida.
El
Evangelio es, ante todo, un sí: Un sí de Dios al hombre. Un sí a favor de la
verdad, del amor, de la libertad y de la misericordia.
Cuando,
siguiendo los mandamientos, la Iglesia previene sobre la maldad del aborto
provocado, lo que hace es proclamar la verdad, pero sin usar la verdad como un
arma arrojadiza, sino como un instrumento liberador (“la verdad os hará
libres”, Jn 8,32) que busca el bien de todos: del niño que ha sido llamado a
nacer, de sus padres y de la sociedad en su conjunto.
El
Papa Francisco, al igual que todos los papas, ha sido muy claro en sus
pronunciamientos sobre el aborto. En la exhortación apostólica Evangelii
gaudium, pide a todos los católicos “cuidar la fragilidad” haciendo frente al
vigente modelo “existista” y “privatista”, en el que “no parece tener sentido
invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en
la vida” (EG 209).
Entre
los débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, “están también los
niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy
se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se
quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda
impedirlo” (EG 213).
El
Papa es consciente de que, muchas veces, se ridiculiza la defensa de la vida
que hace la Iglesia, tachándola de ideológica, oscurantista y conservadora.
“Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la
defensa de cualquier derecho humano” (EG 213).
Por
ello, el Papa advierte: “no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura
sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Este no es
un asunto sujeto a supuestas reformas o ‘modernizaciones’. No es progresista
pretender resolver los problemas eliminando una vida humana” (EG 214).
Pero
estas nítidas palabras son escritas en un contexto de empatía con las personas
que “se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta
como una rápida solución a sus profundas angustias” (…) ¿Quién puede dejar de
comprender esas situaciones de tanto dolor?” (EG 214).
En
la encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común, el Papa se
refiere, en varias ocasiones, al aborto, encuadrándolo, asimismo, en la cultura
del cuidado de lo frágil. En la naturaleza todo está relacionado y, por ello
“tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del
aborto. No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles
que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un
embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades” (LS
120).
El
aborto, un pecado mortal y un delito canónico
Según
la doctrina católica, provocar directamente la muerte de un embrión humano es
un grave atentado contra la ley de Dios. Si las personas que están directamente
implicadas en un aborto son conscientes de lo que hacen, saben de la maldad de
su acción y, aun así, la llevan a cabo con plena libertad, cometerían un pecado
mortal.
Pero
la Iglesia, además de recordar los mandamientos de la ley de Dios, tiene
también sus propias normas. La Iglesia no es solo una realidad espiritual, sino
que al mismo tiempo es una sociedad, una comunidad visible. Y, en consecuencia,
posee su propio “código penal”.
Con
el fin de disuadir a los católicos de la comisión de ciertos actos, entre ellos
el de aborto, tipifica algunos pecados como delitos canónicos, que llevan aneja
una pena o censura. Y así leemos en el c. 1398 del Código de Derecho Canónico:
“Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae
sententiae”; es decir, automática.
La
pena de excomunión – en la que no incurriría el católico que fuese menor de
edad o que no supiese que el aborto está tipificado como delito canónico – “tiene
como fin hacer plenamente conscientes de la gravedad de un cierto pecado y
favorecer, por tanto, una adecuada conversión y penitencia” (Juan Pablo II,
Carta Encíclica Evangelium Vitae, n. 62).
De
modo ordinario, la absolución del pecado de aborto está reservada al Obispo, al
Vicario General, al Vicario Episcopal o al canónigo penitenciario.
El
Año de la Misericordia
En
una Carta (de 1-IX-2015) con la que se concede la indulgencia con ocasión del
Jubileo extraordinario de la Misericordia, el Papa ha decidido ampliar, durante
el Jubileo, a todos los sacerdotes la facultad de absolver del pecado de
aborto, acercando de esta manera el perdón a quien lo necesite:
“El
perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo
cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener
la reconciliación con el Padre. También por este motivo he decidido conceder a
todos los sacerdotes para el Año jubilar, no obstante cualquier cuestión
contraria, la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han
practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón”.
Guillermo Juan Morado.
http://infocatolica.com/blog/puertadedamasco.php/1510211108-las-reformas-del-papa-francis
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